Este pasado fin de semana he vuelto a experimentar el degustar un cocido montañés de los de quitarse el sombrero, un cocido montañés para el recuerdo . Para los que no conozcáis este plato, se trata de la versión montañesa de la cocina de subsistencia, de esa cocina basada en las existencias de las despensas, fundamentalmente de los pueblos donde había animales y se hacía la matanza. Plato conformado por alubia blanca, berza, patata, y todo aquello relacionado con la matanza del cerdo (en Cantabria también lo llamamos chon): Chorizo, costilla, tocino, oreja, morcilla (de arroz),…
Posteriormente pasó a ser uno de los platos emblemáticos de la cocina cántabra, uno de esos que impulsan la complicidad gastronómica. Reuniones familiares y de amigos son típicas saliendo por la provincia a tomar un cocido, fundamentalmente por el Valle de Cabuérniga.
Pero no quiero desviarme de lo que quiero de verdad compartir con vosotros. El cocido montañés degustado estaba en casa, escondido en el congelador, casi en la parte de atrás, como si éste hubiera tenido durante un tiempo un pequeño doble fondo.
Lo encontré y me cuestioné sobre la opción de degustarlo; os preguntareis ¿por qué? La razón es tremendamente personal, pero ya ha pasado algo de tiempo y siento fuerza para compartirla. El cocido lo había preparado mi madre, una ración del último que pudo preparar, ya que falleció hace unos meses. Esa última ración estaba a buen recaudo en mi congelador. Cuando ella preparaba el cocido, siempre me llamaba para saber si iba a subir el fin de semana, para guardarme un poquito. Esas cosas que solo las madres hacen, y que no se nos olvidan.
Lo pensé, y decidí que solo cabía una respuesta: “Calentarlo, y volver a comerlo”. Esto provocaba volver a sentir la añoranza de la casa de tus padres, volver a trasladarme a la cocina, volver a ver el mantel acabado con puntillas tejidas por ella, volver a beber en los vasos de Duralex, volver a sumergirme en los olores que inundaban todas las habitaciones, que te llegaban cuando abrías la puerta del ascensor, y de forma automática sabías lo que ibas a comer. Pero sobre todo volver a reproducir el sabor, volver a sentir la suavidad, y la untuosidad del cocido de mi madre ha sido algo único que ha marcado para siempre este fin de semana.
Cocido al que ella añadía repollo, y que desengrasaba continuamente; está claro que era una adelantada a su tiempo.
Reflexiono sobre la necesidad de mantener las tradiciones, de que las recetas pasen de unos a otros. Que la reinterpretación de la tradición solo sea para mejorar el sabor, nunca para reducirlo, ó empeorarlo. La tradición como vehículo y herramienta de interpretación gastronómica.
Muchas veces vamos en busca de esa nueva combinación de sabores, de experimentar una nueva sensación, de probar algo que no se había degustado antes. Pero algunas veces, necesitamos hacer un viaje controlado, un viaje que provoque a la memoria sin perder el contacto con el suelo, un viaje que te traslade a otros tiempos. La tradición como máquina del tiempo, como ejercicio de memoria.
Ahora en mi familia tenemos un reto para mantener esa costumbre, llegar a cocinar el cocido como lo hacía mi madre porque ni se me pasa por la cabeza renunciar a volver a comer un cocido montañés para el recuerdo.
Que bueno ese cocido, no solo por el sabor sino por lo que tiene detrás. Recuerdos, cariño, emociones, familia….
Ahora solo te queda ser capaz de revivir tú mismo ese cocido, a tu estilo, para que tu hijo tenga tambien esa memoria viva.
Me voy a poner con él sí ó sí….; ya tenemos controlado el madrileño….así que como no vamos a hacer el montañés.
El otro dia cogimos alubias de las que usan en Cofiño, pequeñita, mantecosa y casi sin piel. Nos gustó para hacerlo en casa.
¿Dónde la venden en el propio Cofiño?
Si, de las que tienen en granel en el bar. Preguntales cual es la que han usado ese dia. Nosotros iremos el dia 20 a comer, si eso te cojo unas pocas para que pruebes.
Joé, tío, me has dejado sin palabras. Entrañable.
Mi madre falleció hace unos años y chico, cómo se parecían por lo que cuentas. Ella hubiera hecho unos «Caparrones para el recuerdo».
Uffff.
Enhorabuena tío, me ha llegado, me ha llegado.
Un fuerte abrazo
Aurelio Gómez-Miranda.
Los recuerdos son eternos y los sabores también
Eres grande, amigo, y se ve que esto te viene de herencia…
Un abrazo
Lo primero es darte mi pesame, me comentaron que estaba enferma pero no me había enterado de su fallecimiento.
Si necesitas materia de primera calidad ( alubias, berza y repollo ) ya sabes que en casa tenemos huerta.
Sin duda el post que mas me ha llegado.
Un abrazo.
Difícil reto el que planteas. Este mundo arrasa, este mundo olvida demasiado fácil a sus «viejos». Parece que todo lo que ya no nos es útil estorba. Así nos va.
Pero mientras algunos nos empeñemos en que no suceda, mientras mantengamos vivos ciertos recuerdos, quedará una pequeña esperanza.
Bonito homenaje que has hecho a tu madre, Isaac.
Un abrazo y ya sabes lo que te toca, delantal, olla y a ponerse al asunto.
Isaac, Aurelio… Todos los que disfrutamos con el buen comer hemos aprendido a hacerlo en nuestros hogares y generalmente de nuestras mades. Yo, desgraciadamente (huérfano desde los 9 años) de la mano de mi abuela. Por eso, este post tan especial nos emociona a todos y gusta tanto. Enhorabuena!
Gracias a todos por los comentarios, se nota que proceden del corazón y la reflexión. Creo que la gastronomía española es tan amplia, que existen muchos casos donde las recetas pasan de madres a hijos, y las tradiciones se conservan/revisan/actualizan; ahí está por ejemplo el programa de Ribargorda Cocineros sin estrella..; y tantas casas de comidas de años donde la sabiduría y el conocimiento se traspasa y algunas veces se engrandece.
Imagino lo que ese cocido ha supuesto para tu memoria…. y para tu estómago. Un tremendo rato de felicidad sin duda, disfrute al fin y al cabo. Que lo disfrutes!
Felicidad y añoranza, bienestar y recuerdos. Sentimientos algo encontrados pero donde los positivos gana la batalla
Entrañable art. , es muy emotivo. Un gran homenaje a tu madre. Un abrazo.
Gracias
Te voy a decir el exito de la receta de nuestra madre:el carino que ponía a la hora de hacer la comida,el tiempo que sabía que era fundamento y la gratificacion que obtenia de sus comensales que para ella era su mayor recompensa. Es fácil hoy en día hacer platos que llamen la atencion con una primerísima materia prima pero somos capaces de poner la esencia primordial al resto?
Eres un crack pero con estas palabras has llegado a ser el comensal perfecto que era tu padre.te quiero hermano.
LA esencia primordial: el cariño….; eso no está en las recetas, sino en la cabeza, en el alma…
¡Cuando me preparas un cocido para el recuerdo?
Precioso post, imposible no emocionarse, coincido completamente con las palabras de Eli. Gran Family!!!
Lo he vuelto a leer, esta vez con Teresa, y me ha emocionado de nuevo.
Y esa frase de «La tradición como vehículo y herramienta de interpretación gastronómica»
Brillante tío.
Fuerte abrazo y viva las madres que nos parieron!!!
Aurelio.
Imagínate lo que me emocioné yo escribiéndolo…… son sabores que se llevan en las entrañas… eternamente grabados en nuestro disco duro
Yo tengo la teoría de que todos los que estamos aquí enganchaos con blogs gastros, foreros enogastros y tal, tuvimos madres inquietas y brillantes en los fogones…
Pues puede que sea así… la mía al menos brillantez tenia
Este si que lo comparto. Vaya que lo comparto . Lo siento y lo entiendo
Escrito en febrero de 2013, 6 meses después de que mi madre se fuera victima de un cáncer. Dejándonos tantas lecciones, tanto saber estar, tanto amor,….