Caja de Cerillas es el proyecto personal de Enrique Valentí y su primer restaurante sin socios. Este madrileño llevaba tiempo afincando en Barcelona y liderando proyectos como Casa Paloma, Chez Coco, Barbas, Marea Alta y en los últimos años Adobo. Vivía entre Barcelona y Madrid, porque al mismo tiempo había creado junto con su hermano Carlos el concepto de Hermanos Vinagre que a día de hoy ya cuenta con cuatro sedes en la capital.
Se sitúa en el barrio de Chamberí, del que Enrique es originario. Denominado así por su pequeño tamaño, el total de 70 metros cuadrados está pensando para albergar unos 25 comensales en ocho mesas. Caja de Cerillas se posiciona en el segmento de las casas de comidas. Su objetivo es dar bien de comer desde una perspectiva de comida cotidiana y cocina de mercado. Se percibe mucho cuidado en las elaboraciones y en el producto y un nivel elevado de inquietud que se plasma en los fueras de carta que acompañan a una carta corta.
La carta está clasificada en tapas, primeros (fundamentalmente verduras), platos principales, brasas y postres. Estamos ante una cocina directa, honesta, sin artificios, pero bastante meditada. La sala es cercana y plantea el servicio desde la amabilidad haciendo sentir al cliente muy cómodo. Definitivamente, se eleva esa cocina cotidiana desde el mimo en las elaboraciones, la selección del producto y el conocimiento convirtiendo lo rutinario en excepcional.
Dos visitas en apenas una semana para probar un alto porcentaje de los platos de la carta y percibir esa frescura culinaria de los fueras de la carta. Se comienza con las tapas. De Hermanos Vinagre, se heredan las anchoas y las sardinas picantes. Las primeras carnosas, muy limpias, dobles, con poco tiempo en salmuera y muy sabrosas. Las sardinas, ligeramente picantes, son una conserva producida por ellos mismos, de elevada calidad en la que el pescado se presenta con un alto grado de jugosidad.

La empanadilla de atún tiene una cobertura fina y etérea y un relleno en el que perciben algunas de las claves culinarias de la casa, el buen producto y la paciencia en los fogones. ¡Vaya sofrito! Con la tajada de bacalao, se quiere homenajear a Casa Labra. Se le supera con creces. Bacalao fresco y un rebozado pulcro y elegante da como resultado una tapa totalmente imprescindible.

La tortilla de cebolla caramelizada creo que es un juego travieso de Enrique Valentí. Una tortilla sin patata con forma de tortilla de patata. Un reflejo de la tendencia actual de las tortillas en las que se utiliza mucha cebolla pochada y se caramelizan algunas patatas dando un resultado final de tonos dulces. La tortilla está perfectamente ejecutada y se perciben tonalidades gustativas tanto lácticas como dulces. Se disfruta

Los primeros en la carta de Caja de Cerillas son escuetos; pero les puedo asegurar que alcanzan un nivel alto. En los espárragos con vinagreta cítrica destaca el corte y el punto de cocción de la verdura que el aporta una textura casi crocante. El punto de acidez provoca las ganas de repetir aportando al conjunto un tono de frescura muy agradable. Las judías verdes con jamón son el ejemplo perfecto de elevar la cocina cotidiana a su máxima expresión. Judías cortadas en finas tiras mezcladas con una patata chafada sobresaliente que es el alma del plato, jamón y cubiertas de una elegante mayonesa. El conjunto es sedoso, fino, con todos los ingredientes perfectamente integrados en el momento exacto. ¡Como dar alegría a un plato de verduras!

El denominado tomate “pizza” se va a convertir en uno de los hits de Caja de Cerillas. Se trata de reproducir los sabores de una pizza a partir de sus elementos por separado. Un tartar de tomate semiseco con polvo de albahaca, straciatella y focaccia. El tartar es la esencia del plato, los tomates secos otorgan mucha profundidad de sabor y un punto umami muy satisfactorio. Fabuloso.

En una de las dos visitas y como fuera de carta, nos ofrecieron la caballa en aliño virgen. Pescado de bajo coste en plena temporada que suele resultar muy suculento. El denominado aliño virgen procede de la salsa vierge francesa que contiene una base grasa, en este caso aceite de oliva, un componente ácido, tomate y hierbas. La clave del plato es la temperatura. La caballa se realiza en el momento y al combinarse con el aliño se conforma una composición templada con ese toque de umami (a partir del pescado azul) y además tonos ácidos y herbáceos. La cocina de mercado en su máxima expresión.
En la sección de principales, degustamos tres de las opciones de carta con una variante. El guiso de almejas y judías blancas son más unas almejas acompañadas de judías blancas que un plato de legumbres con algunos moluscos. Esto se percibe en el sabor del conjunto donde predomina el perejil, el ajo y el sabor del molusco. Para pedir casi siempre. Los macarrones de campo con tres tipos de carne: ternera, pollo y butifarra de cerdo son suculentos, muy cárnicos y de nuevo con un sofrito como base de mucho tiempo y saber hacer.

En la carta de Caja de Cerillas se ofrece el plato de patatas, huevos y gambas al ajillo. En la primera visita, Enrique nos sustituyó las gambas por unas suntuosas espardeñas. Las patatas fritas estilo churrería son perfectas, recién hechas, con un ancho que les otorga mucho diente. La clave de nuevo del plato está en el sofrito con almendras y ñoras. Esta salsa al juntarse con la del huevo producen una mezcla mágica repleta de profundidad. Les diría que la mezcla de huevos y patatas de Caja de Cerillas con cualquier otro elemento es imprescindible, resultando la combinación con las espardeñas antológica.

En la segunda visita, otros dos fueras de pista que reflejan esa agitación por parte de Enrique Valentí. Esas ganas de demostrar que la propuesta está viva y que el cliente siempre se va a encontrar en Caja de Cerillas novedades o pruebas que podrá degustar. En primer lugar, el pollo frito. Totalmente deshuesado y aderezado con diferentes hierbas entre ellas camomila. Jugoso, crujiente, original. También unas albóndigas con puré de patata que necesitan una revisión para llegar al notabilísimo nivel que alcanza el resto de oferta. Carentes de una mayor y esperada jugosidad, debido a la elevada compresión y cocinado de la carne.

En los postres, dos de las propuestas son indispensables. En primer lugar, las fresas marinadas con un granizado de albahaca. Una combinación dulce, amarga, fresca, herbácea que resulta estupenda como primer postre. En segundo lugar, el flan acompañado de una chantilly. De elevada cremosidad, con toques avainillados que le otorgan un punto diferencial y le reducen su dulzor. De los mejores de la capital.

Además, y en la misma línea de la pareja mencionada; el mango con cilantro y manzana y los buñuelos de anís. Lozano el primero con una presencia ácida dominante, mientras que el segundo es el más dulce del cuarteto degustado. Buñuelos con dos texturas, más resistentes en su exterior y flexibles en su interior rellenos de una crema de anís y acompañados de un helado del licor.

En definitiva, Caja de Cerillas es una casa de comidas que eleva la cocina cotidiana. Espacio pequeño, pero cómodo y agradable. Servicio cercano que mejora el resultado final. Cocina honesta y reconocible, pero realizada desde el conocimiento, la precisión y la experiencia de Enrique Valentí. Una propuesta personal que no inventa nada, pero se asienta en columnas sólidas como el notable género, el no querer tomar atajos temporales dedicándole el tiempo necesario a cada preparación y la técnica.
Una potencial comanda de indispensables estaría formada por anchoa, empanadilla de atún y tajada de bacalao como tapas. Como primeros los espárragos y el tomate pizza son apuestas seguras, si les ofrecen esa caballa no duden tampoco. En los principales, muy buenos los huevos, patatas y las espardeñas (cuando se las propongan) y el guiso de almejas con judías blancas. Rematen con las fresas con albahaca y el flan. En este casa voy a disfrutar mucho.
Caja de Cerillas: Una verdadera casa de comidas.
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