Con frecuencia la agenda gastronómica se encuentra condicionada por la tiranía de la novedad ó la añada del menú degustación. Pareciera que no eres nadie en esta burbuja gastronómica, si no se ha visitado el último local de la capital ó probado las nuevas creaciones del chef de turno. Cuantificamos visitas, ponemos equis en casilleros, en lugar de focalizarnos en el puro placer, en las historias, en el corazón.
En paralelo existe un mundo real, de gente común que llena restaurantes de los que no se habla. Público que demanda hospitalidad, buen trato, producto y relación calidad precio. Concurrencia que desconoce términos como baja temperatura, josper, liofilizar, roner, pacojet y que no lo necesitan para ser felices degustando.
Si me olvido de ser feliz comiendo, de saber detectar lo reseñable; estaré perdido, no podré juntar palabras desde el corazón.
Uno de esos lugares que describía anteriormente es La Tucho situado a las afueras de Santander, concretamente enfrente del Seminario de Corbán en la carretera que enlaza la capital cántabra con el bello pueblo de Liencres.
Esta historia comienza en 1956 cuando Antonio Gomez San Martin y Juana Soto Anievas ( La Tucho) abren una tienda de ultramarinos con unas pocas mesas para comidas en lo que era una carromatería (lugar para guardar carromatos). Servían con la misma naturalidad y cariño cien gramos de mortadela que tres kilogramos de percebes. Recuerdo a comienzo de los ochenta parar con mi padre para que él blanqueara mientras servidor vaciaba alguna bebida azucarada.
La carromatería se hizo grande, muy grande. Se convirtió hace unos 10 años en toda una casa que ahora gestionan Jose Angel y Gema con sus hijas Vanessa en la cocina y Patricia en la sala. Producto de calidad, preparaciones clásicas y relación calidad precio de las que animan a regresar. La Tucho es marisco y pescado junto con algunas chacinas de Joselito. Sencillez que agrada a la colectividad.
Mi padre ya no está. No podemos llevarnos. Ahora es mi hermano mayor quien me acerca a La Tucho.
Como no podía ser de otra forma comenzamos con unas rabas. De las mejores de la ciudad y de muchas degustadas últimamente. Buen producto, servido con generosidad. Destacan por una fritura muy limpia, liviana y elegante. La raba como mandan los cánones, sin gota de aceite. Se divisa su calidad antes de degustarla, por su brillo. Con seguridad el aperitivo que más demanda mi corazón, ávido de intentar simular momentos con aquellos que ya no están.
Seguiríamos con unas almejas a la sartén. Ejecutadas de forma costumbrista y popular. Género notable. De los moluscos más suaves en sabor. Me llega a la memoria una cazuela de barro, un domingo por la mañana y una madre que todos los domingos nos servía almejas probablemente de Pedreña cocinadas de forma similar. ¿Puede ser la evocación gastronómica una razón para visitar restaurantes?
Saliéndonos de la línea marinera, probamos el pastel templado de setas. Ligero, algo etéreo. De gusto suave, con poca profundidad, provocando que la vinagreta complementaria se llevará gran parte del protagonismo.
Si hay un pescado que disfruto, con personalidad en cuanto a sabor es el salmonete. Su piel fina le aporta calado gustativo y distinción. Se sirven fritos. De nuevo, mano y sabiduría en la fritura para que resulte pulcra sin ninguna grasa añadida. Se pueden degustar con las manos, mayor sensación marinera.
Se debe acabar con un pescado salvaje para varios comensales, bien realizado a la plancha ó al horno. Rodaballos, rapes, jargos, lubinas, besugos,…En esta ocasión nos decidimos por un rodaballo al horno con un distinguido refrito acompañado de abundante patata panadera. Un pescado del que me agrada esa textura gelatinosa, casi viscosa en las partes cercanas a las espinas laterales donde se concentra una buena parte de gelatina. Cocinado en su punto, jugoso, haciendo que permanezcan los sabores originales y esa textura característica del pez.
En el postre, nos quedamos con ciertas ganas de volver a probar la tarta de hojaldre de Santos. La cercana Torrelavega es una de las mecas del hojaldre desde que se comenzará su relación con esta masa fina allá por los 50. En su lugar probamos una tarta de zanahoria, ligeramente satisfactoria. Debe ser mezclada con el helado para dotarla de cierta frescura, ya que resulta algo seca. Más temprano que tarde, tendremos contacto bucal con la tarta de hojaldre.
Las razones esenciales del éxito de La Tucho resultan básicas. De tan sencillas, uno se cuestiona por qué otras casas no las emplean. Buen producto, elaborado de formas populares y conocidas, con generosidad en las raciones y a un precio moderado. Todo ello acompañado de un servicio cercano, campechano y hospitalario. . Se sabe lo que se hace en esta casa, sin ninguna pretenciosidad.
Más de cincuenta años se sustentan en esas columnas vertebrales mencionadas. Siempre los negocios gastronómicos con tanta vida que siguen llenando semana tras semana me generan admiración y preguntas. ¿Por qué La Tucho sí y otros no? Es sencillo, pero hay que hacerlo.
No siempre se necesitan asombros desde la cocina para cumplir con las expectativas que se cumplen notablemente. Por cierto, buena sobremesa, especialmente con unos gin-tonics preparados de manera sobresaliente.
La Tucho : Tradición popular y marina
Las Rabas son para mi el mejor aceleraste para provocar el incendio de la memoria de los sabores infantiles. Me pasa como a ti … Cuando como Rabas, y siempre que puedo lo hago, recuerdo a mi padre……….
En esto nos parecemos, siempre que puedo las tomo y siempre se generan recuerdos. Son como el pistoletazo de salida de un domingo con sol. El maridaje del vermut ó del blanco con el calamar enharinado y frito es uno de esos placeres sencillos y recurrentes. Un lujo del cual no debemos alejarnos.
Buen escenario , buena compañia , buena materia prima ……..
Aparte de las rabas…….resaltar los percebes y las gambas por su calidad y su punto óptimo.El pescado salvaje , no se libra ninguno que no vaya a la plancha…….!!Qué rico.!!!!
Hay muchas estrellas pero cada una tiene una intensidad de luz ,
dependiendo de la retina del individuo.
Bien Isaac…..echabamos en falta » el gusto por lo cotidiano»
Desgraciadamente ese día no tenían percebes. Ahora me recuerdas que hace tiempo que no pruebo ese manjar. La calidad del producto es un hecho muy poco discutible. Tienes razón que este post es una vuelta a ese «gusto por lo cotidiano» de otros capítulos».
Nos gusta «la rabiosa actualidad» pero, afortunadamente, jamás le hemos dado la espalda a la cocina de producto, a la hostelería tradicional, a las familias que han vivido y viven de esto. No creo que nunca lleguemos a arrinconarlos, al menos no en tu caso ni en el mío.
Con las rabas te pasa como a mi con «los sepionets a la plancha»: evocación, recuerdo, nostalgia…
creo que somos una minoría, y la mayoría son los que llenan este tipo de restaurantes. Luego desde un punto de vista más de negocio, me gusta analizar por qué unos sí y otros no. Ya tenemos algo en común, los cefalópodos nos traen recuerdos.
Este bien puede formar parte de la categoría de «restaurantes de cabecera», esos a los que se acude a disfrutar de la comida y de la amistad. Aunque existan deslizes gastronomicos como en el pastel de setas.
Saludos.
Correcto. Ha dado usted en el clavo. A veces es mejor focalizarse en la oferta original: pescados y mariscos. Pero está bien denominado como restaurante de cabecera ó de domingos a mediodía.
Siempre me pica la curiosidad «restaurantera» a visitar uno nuevo frente a otro bueno y conocido…, pero es maravilloso tener esos restaurantes «infalibles» de los que sabes que saldrás contento y puedes llevar a cualquiera que compartirá tus mismas sensaciones.
Por la foto, cierto es que se aprecia la calidad de las rabas…
Hace mucho tiempo que no iba. Parte de mi familia va más a menudo. tengo un buen número de infalibles en cartera.
Querido, te veo «descender» de tus altares y escribir de un lugar de a pie de los de toda la vida, me gusta y lo sabes.
Todos tenemos lo que yo denomino «la cocina del corazon», que son esos platos que cuando los metes en boca te teletransportan a tu niñez o temporalmente al lado de un ausente ser querido….. esa cocina de los recuerdos no tiene precio, y es quiza mas facil de encontrar en un sitio como La Tucho que en los restaurantes mas renomados.
Totalmente de acuerdo, la cocina de nuestra niñez rara vez se ve en los restaurantes más renombrados. Aunque si que podría recordar algunos platos rejuvenecidos que se acercan a esos sabores conocidos. EN este caso particular lo de las rabas y las almejas tiene muchísimo poso. Te diría que durante muchos años, las he degustado todas las semanas.
A los de «regional» nos gusta que los de «champions» piséis el suelo de vez en cuando. 🙂 Total y absolutamente de acuerdo contigo.
Estos son restaurantes para todos los días, los otros lo son para «de cuando en vez». Un saludo.
Al final poca gente va a restaurantes todos los días, al menos yo no. No creas que esa sería mi elección; es decir este tipo de restaurantes todos los días y de vez en cuando el resto. Jon, habría que ver quienes son el resto. Personalmente la incertidumbre culinaria, esa pequeña tensión de no saber qué vas a comer me gusta y mucho.
Sí, está muy bien el regreso a la tradición de vez en cuando, pero eso, de vez en cuando.
50%-50% si quieres.
Mi máxima es que hay que disfrutar de todo, sin excluir nada y sin sobreponderar nada.
A los «paladares inquietos», ávidos de nuevas experiencias, nos cuesta un poquito mirar atrás de vez en cuando y detenernos en el pasado. Y cuando lo hacemos, disfrutamos como bellacos. Y lo contamos apasionadamente.
Pero… ¿y si comieras todos los días comida tradicional? ¿Todos los días rabas y salmonetes?
Yo cuando me como un buen salmonete, levito. Pero es que me como uno al trimestre.
Y otro día me como una raspa de salmonete liofilizada coronando el lomo del mismo con vinagreta de jengibre y falso enharinado… (por decir algo)
No sé, ahí hay un debate.
¿Nos entusiasmaría tanto la buena cocina tradicional de nuestra tierra si no voláramos con frecuencia por la estratosfera de la vanguardia y por la atmósfera de «otras» tradiciones»?
Estoy contigo en esa máxima que hay que disfrutar de todo. Como comentaba a Jon, creo que también soy perfil de paladar inquieto, de disfrutar con la incertidumbre de lo no probado, ó simplemente con esa tensión de ponerse en manos del cocinero y que vaya sacando platos sin saber por donde van a ir las cosas.
Creo que los que nos juntamos por este mundo virtual (blog) somos disfrutones por naturaleza. Vamos a disfrutar siempre que esté bueno. A partir de ahí, hasta donde llegue el nivel de gozo es algo relativo. Unas buenas rabas y unas buenas almejas me ponen. la imaginación de un cocinero plasmada en un excelente plato también.
Contestando directamente a tu pregunta, creo que no. Considero que el conocimiento de distintas opciones, estilos culinarios agranda el placer.
Y ademas muy buen precio , para buen producto .
Blog muy emotivo, me has emocionado (que raro). Yo intento recordar esos mediodias siempre que puedo, que pena que me lo perdí. Gracias Isaac por expresar tan bien las emociones!!!
Gracias Ana. No pudiste estar, pero habrá más. Esos mediodías eran mágicos, sobre todo cuando el tiempo se alargaba y de repente mirar el reloj ya no tenía sentido.
Gastronomía aparte, me ha encantado la entrada y el fondo de la narración. Sensaciones presentes, como bien pueda ser degustar unas rabas, nos evocan gratos recuerdos de antaño y suponen esa magia tan necesaria para seguir viviendo.
Enhorabuena Isaac.
Así es Fernando. Gastronomía evocadora. Y reflexión, escritura también desde el corazón.